El Cuarteto Enesco pone el broche final al Ciclo de Autores e Intérpretes de la UAM

Joseph Haydn, Cuarteto Op. 74, nº 3 El jinete; Ludwig van Beethoven, Cuarteto Op. 18, nº 4; y Antonín Dvorak, Cuarteto Op. 96 Americano.
Cuarteto Enesco, Auditorio Nacional de Música, 10 de Mayo, Sala de Cámara.

El pasado 10 de Mayo pudimos disfrutar en la sala de cámara del Auditorio Nacional el concierto del Cuarteto Enesco, con el cual se cerró la temporada 2013-2014 del Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Universidad Autónoma de Madrid. Un concierto marcado por el viaje, el de Haydn y Beethoven a Viena, el de Dvorak a Estados Unidos, el de la historia del propio género, la travesía de 40 años del Ciclo y el tránsito que vivió el público en la hora y media de concierto.

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El concierto abrió con el Cuarteto en Sol menor Op. 74, nº 3 «Le Cavalier» de Joseph Haydn. Con los dos primeros movimientos el Cuarteto nos mostró de lo que eran capaces, creando de ese modo una expectación que se vería recompensada. En el primero fue una demostración técnica mientras que en el segundo fue expresiva. El minuetto coincide con el momento más flojo de la tarde. Sin embargo, todo hay que decirlo, la materia prima tampoco era muy agradecida ya que no es, ni mucho menos, el mejor minuetto de Haydn. La interpretación, en tal caso, fue correcta. No  fue así el último movimiento, el que da nombre al cuarteto por el sinestésico galope con el que comienza. Un movimiento animado, divertido, que fue interpretado a la perfección y que nos preparaba para la agitación de la siguiente obra. Un buen comienzo para el viaje a través del cuarteto, que no podría empezar por otro que no fuese Haydn y que cosechó un buen aplauso por parte del público.

«Un concierto marcado por el viaje, el de Haydn y Beethoven a Viena, el de Dvorak a Estados Unidos, el de la historia del propio género, la travesía de 40 años del Ciclo y el tránsito que vivió el público en la hora y media de concierto»

En este tránsito el siguiente en aparecer fue Beethoven con su Cuarteto Op. 18, nº 4. El cuarteto Enesco hizo una interpretación enérgica y brillante trayéndonos el dramatismo aún embrionario del joven Beethoven. En el primer movimiento destacó enormemente la interpretación del violinista Constantin Bogdanas, quién luchó junto con su violín en la pequeña guerra propuesta por Beethoven entre este instrumento y las demás cuerdas. Un movimiento ansioso que se caracteriza por el Do menor, tonalidad que simboliza el conflicto para Beethoven. En el segundo movimiento, juguetón y en Do mayor, los continuos fugatos fueron interpretados a la perfección creando unas preciosas atmósferas contrapuntísticas. El tercer movimiento, un minuetto que vuelve a insistir en el violín y el Do menor, destaca por sus acentos, los cuales fueron subrayados por el Cuarteto Enesco dándole mucha fuerza a su interpretación. El trío, en Lab Mayor, tonalidad con la que suele contrastar Beethoven su característico Do menor, fue tocado con gran maestría convirtiendo la fuerza del minuetto en una calma antes de la tormenta. Como viene siendo habitual, especialmente con las obras de Beethoven, no se interpretó la famosa «seconda volta» en tempo allegro. La primera parte de este concierto terminó con el cuarto movimiento, un Allegro Rondó en Do menor. Movimiento tempestuoso y agitado que precisa, y así fue cómo se hizo, una interpretación violenta de los pasajes más enérgicos y detallista en cada uno de sus juegos contrapuntísticos. Una buena elección para finalizar la primera parte a la cual el público contestó con una sentida ovación.

11052014_cuartetoenescoEl cuarteto Enesco

«El plato fuerte de la tarde comenzó con un trémolo de cuerdas y la viola de Vladimir Mendelsshon tocando los primeros compases del Cuarteto nº 12, Op 96 «Americano» de Dvorak. El Cuarteto Enesco consiguió trasladarnos al norte de América a través de la audiotopía propuesta por el compositor»

El plato fuerte de la tarde comenzó con un trémolo de cuerdas y la viola de Vladimir Mendelsshon tocando los primeros compases del Cuarteto nº 12, Op 96 «Americano» de Dvorak. El Cuarteto Enesco consiguió trasladarnos al norte de América a través de la audiotopía propuesta por el compositor. Un tránsito, de nuevo, que empezó con un primer movimiento que destacó por la calidez de la viola, la profundidad del violonchelo y el desgarrador, pero siempre luminoso, sonido de los violines. El segundo movimiento, un pastoral con reminiscencias indias, fue el cénit de la tarde. Hay momentos en algunos conciertos, por suerte o desgracia ocurre sólo en unos pocos, en los que la música inunda la sala y el público entra dentro de ella. Es una inmersión catártica en dónde música, músicos y público consiguen una maravillosa comunión. Este segundo movimiento fue el paradigma de ese momento mágico. La sensibilidad que demostró tener el Cuarteto Enesco en este movimiento es del todo admirable, especialmente después de tocar al Beethoven agitado del Do menor. En el tercer movimiento, una variación del típico Scherzo, volvió la fuerza todoterreno del Cuarteto. Sin embargo, fue en el último movimiento cuando se logró la máxima potencia interpretativa. Un final al que el público contestó levantándose y gritando «bravos» entre una gran ovación. Pero aún quedaba la gran sorpresa final, el bis.

«El Cuarteto Enesco nos deleitó con un bis atípico que logró poner en pie a toda la sala de cámara del Auditorio Nacional»

Tras la ovación, el Cuarteto Enesco nos deleitó con un bis atípico por su fuerza y su duración. Interpretaron un arreglo para cuarteto de cuerda del violista citado anteriormente, Vladimir Mendelsshon, de la Rapsodia Rumana nº 1 de George Enesco. Un broche maravilloso con toques circenses/zíngaros derivados de la siempre animada escala húngara que consiguió levantar a aquellos que se habían resistido tras el Cuarteto Americano de Dvorak, y que, en consecuencia, logró poner en pie a toda la sala de cámara del Auditorio Nacional.

Con este exitoso concierto se dio por clausurada la temporada 2013-2014 del Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Universidad Autónoma de Madrid. Un año en el que se cumplen cuatro décadas desde que empezara esta interesante propuesta y que nos ha dejado a cada uno de los asistentes momentos musicales para el recuerdo. Lo que queda después de los violines, como diría Juan Luis Panero, es saber que, por esos momentos, su existir no es en vano.

Luis Felipe Camacho Blanco